Como alimento: este podría ser el nuevo uso del algodón
El nuevo uso del algodón se logró editando su genoma para que su semilla no sea tóxica. Esto podría ayudar a la seguridad alimentaria del mundo.
¿Alguna vez has comido semillas de algodón? Lo más probable es que no, porque el uso del algodón que los humanos hemos dado a esta fibra durante miles de años ha sido para vestirnos, pues sus semillas contienen un químico que puede ser tóxico para las personas.
Sin embargo eso podría estar por cambiar, pues gracias a innovadoras tecnologías de ingeniería genética, un algodón con edición genética podría ser una solución para mitigar el hambre mundial.
Así lo asegura el Doctor Keerti Rathore, profesor de la Universidad A&M de Texas, quien desde 1990 ha buscado desarrollar una variedad de algodón cuyas semillas puedan ser consumidas por humanos sin riesgos para su salud.
Si bien las semillas de algodón son ricas en proteínas, también tienen un alto contenido de gosipol, un polifenol que se produce en las glándulas de pigmentos de la planta y que la protegen de algunos insectos.
Aunque el ganado puede eliminar el gosipol durante su digestión, la mayoría de animales con un solo estómago son susceptibles al compuesto químico que, consumido en grandes cantidades, puede causar desde problemas en la sangre hasta daños en el corazón y el hígado.
El algodón es cultivado en más de 70 países por más de 20 millones de personas y, por cada kilogramo de fibra de algodón que se cosecha, se producen 1.65 kilos de semillas. Pero estas son desperdiciadas en su mayoría.
De acuerdo con el e-book ‘Bioengineered Cotton Could Help Solve World Hunger’, desarrollar una planta de algodón con edición genética libre de gosipol, podría satisfacer las necesidades proteicas de 500 millones de personas en el mundo, especialmente de países productores de algodón como India o Pakistán.
En 2006, Rathore anunció que había encontrado una manera para interrumpir la producción de gosipol en el algodón, pero sus primeros esfuerzos se remontan hasta 1990, cuando intentó, sin éxito, silenciar algunos genes de la planta.
En 2004, Rathore cambió de método y él y su equipo comenzaron a experimentar con una nueva herramienta: RNA de interferencia (RNAi). Esta tecnología degrada el ARN mensajero antes de que pueda copiar el código de ADN encargado de crear ciertas proteínas, por lo cual no las puede crear.
Es como si se quemara el manual de instrucciones para producir este químico.
Así, el equipo de investigación enfocó el RNAi en los genes encargados de la producción de gosipol en las semillas de la planta, donde se redujo en un 97%. Esto permitía que el químico aún se expresara en el tallo, hojas y raíz, donde es necesario para que cumpla sus funciones antimicrobianas y plaguicidas.
A esta característica la llamaron ‘Ultra-Low Gossypol Cottonseed' (ULGCS) y, antes de su descubrimiento, no se creía posible usar RNAi para silenciar genes en una parte de la planta sin que se extendiera a todas las demás.
Tras una década de ensayos y pruebas en campo, Rathore confirmó que la característica se hereda a los vástagos y que la calidad de la fibra del algodón con edición genética no disminuye con la edición.
Incluso ahora, esta capacidad de enfocarse en un tipo de tejidos es una ventaja que no puede igualar la afamada tecnología CRISPR-Cas9.
Aunque el desarrollo se consiguió en 2006, sólo hasta 2019 la Food and Drug Administration (FDA) de Estados Unidos determinó que los niveles de gosipol del ULGCS eran seguros para el consumo humano y animal.
Este no fue un logro menor, pues no es común que un organismo mejorado a través de biotecnología moderna y desarrollado por universidades alcance este tipo de aprobaciones sin el músculo financiero necesario para acompañar estos largos procesos regulatorios.
De hecho, hasta 2019, el ULGCS era el cuarto OGM desarrollado por una universidad en recibir aprobación en Estados Unidos.
Pero aunque la semilla de algodón con edición genética libre de gosipol es una realidad en Estados Unidos, el principal objetivo del doctor Keerti Rathore es la adopción mundial de la variedad su ULGCS.
De conseguirlo, el algodón ULGCS superaría otras fuentes de proteína vegetal por precio y sostenibilidad, pues su producción costaría solo un poco más para los algodoneros.
Esta proteína de alta calidad podría ser una poderosa fuente del nutriente para combatir la malnutrición en humanos. Sin contar que las semillas también podrían alimentar peces, aves de corral y ganado, con un impacto muy bajo en la expansión de la frontera agrícola.
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