Duración del melón aumentada con edición genética
Identifican tres genes en la fruta, aumentando la duración del melón y reduciendo su desperdicio
¿Quién ha comido melón? Es una pregunta fácil de contestar, porque seguramente la gran mayoría de las personas han probado esta exótica fruta que, en verano, en las zonas donde hay estaciones, se convierte en una de las más consumidas. El melón (Cucumis melo) está dentro de los alimentos clasificados como frutas dulces. Pero, aunque es dulce, el melón tiene pocas calorías y es rico en sales minerales. Además, es una excelente fuente de provitamina A (beta-caroteno), vitamina C e hidratos de carbono.
Un estudio del Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentarias (IRTA) y del Centro de Investigación en Agrigenómica (CRAG), en el que también ha participado el Institut de Biologie de l’École Normale Supérieure (IBENS) de París, y publicado por la Revista Alimentaria de España, ha identificado el papel de tres genes en la maduración del melón. Según los científicos la maduración del melón es compleja, y en esta actúan varios genes que los investigadores, precisamente, están encargados de identificar.
Lo que pretenden los científicos es crear nuevas variedades de melón con el fin de que la fruta tenga parámetros de maduración más prolongados, para evitar su pudrición y lógico, su desperdicio, más aún que el tema de la alimentación en el mundo es crítico. este estudio se ha publicado en las revistas Frontiers in Plant Science y Journal of Experimental Botany.
El cantalupo es una variedad climatérica de melón, es decir, que sigue madurando una vez se ha cosechado, mediante la emisión de etileno. Una vez cosechados, los frutos climatéricos acostumbran a tener una vida más corta que los frutos que no lo son, como la uva, la naranja o el melón tipo “Piel de Sapo”, que maduran por medio de otros mecanismos que aún no se conocen suficientemente. Por tanto, uno de los retos actuales de la genómica de plantas es conocer los mecanismos que intervienen en la maduración de los frutos.
Para entender este proceso, se puso de ejemplo el cultivo de tomate y por eso los investigadores han logrado avanzar con certeza conociendo los mecanismos que regulan la maduración, según destaca el investigador del IRTA y el CRAG
En el estudio del IRTA, el CRAG y el IBENS, se ha utilizado la técnica Crispr CRISPR/Cas9 identificando los tres genes que logran la maduración del melón. “Vimos que, si se inhibía la expresión de los dos primeros, la maduración se aceleraba”, afirma Andrea Giordano, investigadora del CRAG y primera autora de uno de los trabajos.
Sin embargo, los científicos aún desconocen cuál de estos genes podría servir. Por ello seguirán con las investigaciones. Lo que se pretende con esto es retrasar la maduración siempre y cuando los melones no pierdan su aroma o sabor dulce que es también una característica importante de la fruta.
Sea como sea, la investigación que ha liderado en todos estos años el grupo de trabajo de Jordi Garcia- Mas en el CRAG ha demostrado la utilidad del melón como modelo alternativo al tomate para estudiar la maduración tanto climatérica como no climatérica.
Del laboratorio al mercado
“Con nuestra investigación ahora conocemos qué genes tenemos que mirar para alargar la vida del fruto del melón, pero, de momento, utilizar los mutantes obtenidos por edición con CRISPR/Cas9 no es posible porque en Europa se consideran como si fuesen organismos modificados genéticamente (OMG)”, apunta Garcia-Mas. En cambio, en otros países como Brasil, Japón o los EEUU la regulación sí lo permite.
“Ahora que conocemos algunos de los genes implicados en la maduración del melón, la única opción en Europa es encontrar variantes naturales de estos genes que alarguen la vida y utilizarlas en programas de mejora genética convencional, una opción que interesa mucho a las empresas de semillas”, concluye.